Asociación Peruana de Déficit de Atención
9 de diciembre de 2007
Editorial
Coaching para el TDAH desde el colegio: Lic. Manuela Tapia
Talleres para adultos con TDAH: Dra. Norma C. Echavarría
Testimonio: sobre las vicisitudes de un adolescente.
Enlaces y noticias: libro Yo tengo TDAH ¿y tú? de Belinda Castro Molina; taller
para adultos con TDAH; vigésimo sexto Curso-Taller de Coaching para el TDAH.
Editorial
Este año 2007 ha sido muy fructífero para el APDA. Hemos podido cumplir varios de nuestros sueños: dictamos varias charlas en provincia y en Lima, en julio efectuamos el primer Curso Internacional de TDAH y en noviembre publicamos el cuento de Belinda Castro, escrito para los niños con TDAH y sus familiares. Todo esto nos ha permitido llegar a más personas que desean informarse sobre el tema, teniendo en este momento en nuestra base de datos más de 5,300 direcciones electrónicas de quienes han solicitado recibir nuestros boletines. Además, hemos cumplido cinco años de actividades!!!
En este número del boletín el interés se ha centrado en el coaching para el TDAH en niños pequeños y en el tratamiento para los adultos. Manuela Tapia nos dice cómo funciona el coaching con niños de primaria desde el colegio y Norma Echavarría comparte su experiencia de una década con los talleres para adultos. Agradecemos, a ambas, su profesionalismo y generosidad.
En la sección testimonio, la mamá de un adolescente nos cuenta algunas de sus vivencias desde que su hijo estaba en el nido hasta el momento actual. Gracias por permitir a otras mamás conocer tu historia!!!
Finalmente, deseamos agradecer a cada una de las personas que durante todo el 2007 han colaborado con el APDA de distinta forma y a cada uno de ustedes porque sin su presencia nuestra labor no sería posible.
Felices fiestas para todos ustedes!!!
Beatriz Duda
Presidenta del APDA
Coaching para el TDAH desde el colegio
Lic. Manuela Tapia Cortese
A nivel mundial, entre el 5% y el 10% de la población escolar tiene Trastorno por Déficit de atención e hiperactividad (TDAH). El Perú no es ajeno a esta estadística; y si bien no todos los niños que padecen TDAH tienen un diagnóstico adecuado, un número importante evidencia conductas claras de inatención o hiperactividad. Se puede decir que en cada aula del país existe entre uno y cuatro niños o niñas que muestran indicadores del TDAH, cuyo origen es, cabe precisar, hereditario en la gran mayoría de los casos.
A continuación comentaré lo que ha sido mi experiencia en la práctica del coaching a partir de mi labor en el Colegio Santa Ursula, un colegio para mujeres, en Lima (1). Considero importante destacar cómo se ha desarrollado la técnica en este colegio, ya que el contexto ha jugado un papel importante en el marco de su aplicación. Asimismo, daré un breve alcance sobre los orígenes, bases y aplicaciones del coaching en el campo del TDAH.
En este colegio la práctica del coaching se da través del Método Activo Santa Ursula (MASU), basado en la filosofía Montessori —que se aplica hasta el quinto grado— cuya premisa fundamental es la educación dentro de un ambiente de libertad que propicie la paz. Esto se traduce en una distribución interna de los salones por zonas denominadas “áreas del conocimiento”. Tenemos así, el espacio de lógico-matemática, el de geografía, el de comunicación integral, el de vida cotidiana, etc. En este espacio, la niña puede dirigirse hacia la zona que la motive a trabajar. La maestra, denominada guía, dirige de forma personalizada el proceso de aprendizaje de cada alumna, llevándola a asumir constantemente los retos que éste supone.
Esta forma de distribuir los ambientes permite que las niñas trabajen temas distintos al mismo tiempo, ya sea de manera grupal o individual. De esta forma se fomenta una competencia centrada en los propios logros y no en los logros de otras niñas, lo que puede darse con mayor facilidad en un aula donde se imparte de manera indistinta indicaciones y se dan plazos uniformes. Otro elemento importante que fomenta el MASU es la capacidad de introspección y análisis de los hechos. En lugar de responder directamente las interrogantes de la niña, la guía, por el contrario, crea preguntas que estimulan canales neuronales orientados a la solución de problemas. Así, frente a situaciones específicas, la guía pregunta: ¿qué sucedió? ¿tú qué hiciste? ¿qué podrías hacer al respecto? En caso de que la alumna no encuentre una respuesta al problema planteado, la guía sugiere una solución, pero nunca impone. Esta aproximación a la solución de problemas es también una técnica básica del coaching.
En este contexto, el coaching forma parte del trabajo cotidiano durante un periodo de tiempo determinado. Tiene como objetivo fundamental la creación de estrategias que permitan a la persona adquirir resultados esperados por ella misma, pero que le son difíciles de lograr por sí sola. Este tipo de intercambio establece un vínculo, mediante el cual la persona con TDAH pasa a tener a alguien frente a quien ser responsable.
El coaching es desarrollado por primera vez en el campo del TDAH por Nancy Ratey y Peter Jaksa. Nancy Ratey propone un modelo de tres elementos: 1) la estructura, que es lo que va a permitir el logro de los objetivos; 2) el proceso, donde el coach sirve de guía para el autoconocimiento y aprendizaje; y 3) la sociedad que es lo que permitirá que el coachee — persona que recibe el coaching— se haga cargo de lo que quiere lograr, con la certeza de que tendrá a alguien que lo guíe y lo aliente en el camino (2).
Cabe aclarar que si bien el método activo Santa Ursula facilita la aplicación de la técnica, no es el único contexto donde el coaching puede resultar exitoso.
Desde el colegio, el coaching fue pensado, en un primer momento, para ser trabajado por la niña y asistido por la profesora y la psicóloga en el colegio; y en un segundo momento, por los padres en casa, con el fin de que hagan un seguimiento a la labor de la niña. Es así como en el segundo bimestre del año 2005 se forma el primer grupo de coaching con niñas de segundo grado. Siendo la primera experiencia de este tipo, los resultados fueron parciales (aunque alentadores), en la medida en que los padres no brindaron todo el tiempo necesario al seguimiento de las metas que se habían propuesto trabajar sus hijas.
El taller se desarrolló de la siguiente manera:
– Se trabajó con 6 niñas. Se seleccionaron dos alumnas de cada sección de segundo grado. Éstas fueron elegidas por sus respectivas tutoras, quienes mediante la observación habían detectado indicadores de TDAH (inatención, impulsividad o hiperactividad). Para corroborar la observación se aplicó a las tutoras la Escala de Conners para Maestros – Revisada (3) versión abreviada de 28 items.
– La siguiente tarea fue invitar a las niñas a participar en el taller. Para ello se elaboró una invitación que detallaba los días que nos reuniríamos, los temas que se trabajarían en cada una de las reuniones, y que solicitaba que los padres llenaran con sus hijas, cada semana, una ficha sobre la meta que se habían propuesto lograr.
– Para tal fin se citó a los padres a una reunión introductoria donde se les explicó con detalle las características del TDAH y el trabajo que se realizaría con sus hijas, así como el trabajo que debían realizar con ellas en casa.
– El taller se realizó en 8 sesiones a razón de una vez por semana. Las niñas fueron convocadas durante el horario de clases, siempre un mismo día de la semana a la misma hora. Este detalle puede sonar intrascendente, pero la intención es que la reunión de cada semana pueda ser esperada por las niñas y no resultar intempestiva.
– Luego de que los padres aceptan la participación de sus hijas y asisten a la reunión inicial, se pasa a tener la primera sesión de coaching con las niñas.
– La primera sesión tiene como objetivo fundamental que las integrantes del grupo se conozcan entre sí, que sepan y entiendan por qué han sido seleccionadas. Asimismo, busca explicarles qué es el déficit de atención; y cómo a través de la interacción entre ellas y el coach pueden identificar qué indicadores de TDAH tienen y a través de qué tipo de conducta estos se manifiestan.
– Una vez que las alumnas seleccionadas pueden identificar qué conductas de inatención e hiperactividad poseen, y comprobar que hay otras niñas a las que les pasa lo mismo, se les comunica que durante 8 semanas se trabajará con ellas para ayudarlas a enfrentar sus dificultades.
– El coaching grupal se realiza a través de preguntas que permitan a cada uno de los integrantes del grupo conocerse a sí mismos analizando una situación, sin que eso implique un juicio de valor sobre la acción.
– Luego de efectuar el trabajo de sensibilización, se hace evidente un clima de identificación entre las integrantes del grupo, sugiriéndoles poner a éste un nombre por el cual se le llamará durante el taller, que muchas veces perdura entre ellas y es utilizado en otros espacios compartidos.
– En las siguientes 6 sesiones se plantean metas diversas a ser trabajadas tanto en el salón como en casa, llegándose siempre a un acuerdo, de tal forma que durante esa semana todas se propongan lograr la misma meta. Por ejemplo: en el colegio se propondrán empezar y terminar una tarea sin abandonar el sitio. Se le explica a cada tutora la meta de la semana y se le entrega un cuadro de doble entrada con el nombre de la alumna y los días de la semana donde deberán registrar el día en que ésta logró o no la meta propuesta. Se les explica a las tutoras que deben ser flexibles y considerar positivamente el esfuerzo de la niña y sus progresos, aunque la meta no sea alcanzada. Se sugiere que recuerden a la niña que está trabajando determinada meta en esa semana, si ésta no está haciendo un esfuerzo por lograrla. Así, se brinda a la niña una sensación de que somos un equipo trabajando para ella.
– Asimismo, se les envía a los padres una ficha elaborada por cada tarea propuesta, donde se específica la meta que la niña se ha propuesto cumplir esa semana y con preguntas relacionadas al tema que deberán llenar juntos, padres e hijas. Así, además de fomentar el logro de los objetivos que la niña se ha planteado junto con sus compañeras de grupo, se propicia un espacio de comunicación muchas veces dejado de lado por los padres.
– Luego de cada semana, a la sesión siguiente, las niñas deberán llevar tanto la ficha trabajada con sus padres como el cuadro de doble entrada que se le entregó a la profesora.
– En cada sesión se analiza cómo les fue con lo que se propusieron. Si lo lograron, cómo hicieron; y si no, qué fue lo que sucedió, creando conjuntamente estrategias de solución para las próximas oportunidades. Seguidamente, se plantea la meta de la siguiente semana.
– En el salón donde se desarrollan las sesiones, debe haber un panel donde figuren los nombres de cada niña y la meta por semana. En este panel, se asigna una seña a cada niña que logre el objetivo de la semana, de tal forma que puede retroalimentarse visualmente.
– En la última sesión se les pide que cuenten que les ha parecido el taller; cómo se sienten con sus logros y se hace un juego que afiance la integración del grupo.
– Finalmente se cita a los padres, de manera individual, y se les informa sobre el desempeño y progreso de su hija.
El progreso del desempeño en el aula de los participantes fue medido a través de una entrevista con las tutoras. Ésta mostró —redondeando cifras— una mejoría significativa en un 50% de los casos, una mejoría leve en un 40% de los casos y una mejoría no significativa en un 10% de los casos. El taller ha sido replicado, semestralmente, hasta la actualidad.
Es importante resaltar lo conveniente que resulta el coaching dentro del contexto escolar ya que permite un seguimiento sostenido en el tiempo. Además, permite un acercamiento especial que trasciende el espacio del salón donde se realizan las sesiones y del aula donde sus profesoras les dan las clases, involucrando directamente el ámbito familiar. El colegio permite que el coach se acerque a los integrantes del grupo en otros espacios, como el recreo, o algún encuentro casual por algún pasillo; lo cual recordará a las niñas que hay alguien que está pendiente de ellas y de sus logros más allá del contexto del aula.
Este trabajo es un esfuerzo por aproximarnos a este problemática de manera rigurosa y metódica, el cual nos ha permitido a un conjunto de profesionales elaborar un proyecto para ser aplicado por otras psicólogas y profesionales afines a este tema, pero en el que aún estamos trabajando.
Considero que el coaching para el TDAH es una herramienta valiosísima dentro del contexto escolar. El impacto que el TDAH y los problemas específicos de aprendizaje tienen en la autoestima de los niños y niñas en edad escolar, es altísimo. Muchos niños se asumen torpes e incapaces antes de haberse descubierto a sí mismos. La autoestima debe ser preservada a toda costa, puesto que además de ser muy importante para el aprendizaje es una condición fundamental para procurarnos la felicidad en la vida.
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Manuela Tapia Cortese es psicóloga especialista en el TDAH.
E-mail: manuelatapia@gmail.com
(1) Colegio Santa Ursula. http://www.santaursula.edu.pe/
(2) Duda, Beatriz. Coaching para el TDAH. Asociación Peruana de Déficit de Atención. Lima, 2007.
(3) Escala de Conners para Maestros – Revisada (S) / C Keith Conners, Ph.D. Copyright 1997 Multi – Healt System Inc. Traducida por Orlando Villegas Ph.D. Un estudio detallado con la Escala de Conners para maestros, se puede encontrar en: http://www.psicothema.com/pdf/731.pdf
Talleres para adultos con TDAH
Dra. Norma C. Echavarría
Trabajar en talleres es una modalidad implementada desde ya hace casi 10 años en el programa de tratamiento de pacientes con TDAH, como parte de las estrategias de mi estilo de abordaje del mismo en adultos y adolescentes.
Originalmente, los talleres se plantearon solamente como una modalidad de psicoeducación. Reunir a los pacientes y a sus familiares directos, para compartir explicaciones e información acerca del TDAH, fue el primer escalón del desarrollo del programa actual. Si bien reunirse en grupos para compartir generaba expectativas encontradas, los que llegaban a la primera reunión con desconfianza tenían dificultad en partir más tarde.
Surgen los talleres con la finalidad de acortar los tiempos del tratamiento; de facilitar la información a varios sujetos, disminuyendo el esfuerzo que generaba hacerlo en forma individual; y, además, de ajustar el costo de un tratamiento poco accesible de otra forma.
Allí nacen los intercambios de historias, que motivan una enorme reducción y alivio de los síntomas emocionales. Desde esa primera evaluación hasta hoy, han transcurrido muchas experiencias, algunas incorporadas, otras descartadas frente a la ausencia de resultados. Los talleres se fueron superando año a año, todos ellos fueron en cierta manera responsables de lo que hoy nosotros manejamos cotidianamente. Hace ya tres años sumamos a la estructura de nuestro abordaje, alguno de los enfoques del grupo del Dr. Safren, del Massachussets General Hospital, sumados a nuestro esquema y adaptando todo lo que fue incorporado a la cultura y sociedad hispanoamericana.
Hoy llevamos adelante diferentes grupos de talleres:
Talleres de Nivel I, donde consideramos necesaria la información psicoeducativa del trastorno, su base biológica y la posibilidad de comprensión de los síntomas en términos de la disfunción biológica o la adaptación para la “supervivencia emocional”.
Talleres de Nivel II, donde el eje está en profundizar el protagonismo de los participantes en el correcto y adecuado registro de sus emociones y conductas, y la puesta en marcha de los mecanismos necesarios para un más adecuado autocontrol.
Ambas modalidades tienen un tiempo acotado de trabajo y un número de integrantes limitado, pero en el segundo nivel los grupos son abiertos, pudiendo incorporarse nuevos integrantes, que ya hayan completado el primer ciclo. Eso permite abrir aún más el espectro de adaptaciones, en cuanto a una dinámica de grupo.
Talleres de Nivel III, que tienen autonomía temática, permitiendo así que el participante elija su concurrencia a los mismos en el caso de presentar el problema descrito o elija obviarlo en caso de no necesitar ayuda en ese tema, evitando así el aburrimiento tan característico que genera muchas veces el abandono de toda modalidad de trabajo.
La modalidad de trabajo en talleres ha permitido reunir más de una ventaja tanto para pacientes como para terapeutas.
Ventaja para los pacientes
– Continuidad semanal, por un período de 90 minutos, lo que les permite un mayor aprovechamiento del tiempo, recurso de difícil manejo en pacientes con TDAH.
– La participación en grupos previamente seleccionados por quien está a cargo, de acuerdo a etapas y ciclos vitales, por mencionar uno entre varios otros criterios.
– La posibilidad de compartir en “situaciones especulares”, las vivencias que reconocen en otros casi en forma similar a las propias.
– Una manera muy cómoda de mostrar las características que en otros grupos ocultarían o dejarían debajo de una máscara, sosteniendo una falsa imagen de sí mismos.
– Una posibilidad de detectar, explicar, entender y desactivar, conductas y características comportamentales propias de las disfunciones ejecutivas que bien caracterizan a este trastorno crónico.
– La manera de modificación de las mismas se da en una circunstancia grupal donde el taller permite la reproducción de sus efectos, igual que en la vida cotidiana.
– La estructura del taller cuenta con la posibilidad de que, a través de las diferentes propuestas en forma progresiva, cada uno pueda ir descubriendo y modificando las disfunciones ejecutivas, pero sin acompañamiento de críticas ni excusas, con aprendizaje de estrategias adecuadas.
– O sea, el objetivo se cumple a través de la enumeración de las situaciones que alimentan los conflictos e inseguridades individuales, en una introducción de soporte teórico, o bien mediante la dramatización de las mismas.
– Muchos sujetos con TDAH tienen problemas para sostener vínculos interpersonales, para ello el taller funciona como lo haría un taller cognitivo comportamental de entrenamiento en habilidades sociales.
– Las situaciones planteadas, la posibilidad de desarrollar la aceptación de cada individuo, con sus fortalezas y debilidades, permite ir acompañando el proceso al que llamamos metamorfosis hacia una vida amigable.
Nuestro esquema de trabajo fue basado en mi experiencia profesional con sujetos afectados por TDAH, como psiquiatra, y mi experiencia personal de vivir afectada con el trastorno y con una familia donde tres de mis cinco hijos están diagnosticados con TDAH. Desde esa experiencia, y con una formación en psicoterapia cognitiva comportamental y psicoterapia sistémica, he ido construyendo el modelo actual de trabajo.
Trabajar con un trastorno que tiene como eje una disfunción ejecutiva tiene sus bemoles. Pacientes que llegan tarde, que olvidan sus sesiones, que tienen problemas para el pago del tratamiento, que oscilan en su motivación y desaparecen casi sin aviso, son una muestra de los múltiples ejemplos de sus conductas.
Ellos desean cambiar, pero antes de cumplir el proceso de cambio se verán atrapados por los mismos síntomas que buscan desactivar. A raíz de este tema es que surge en mi experiencia clínica la idea de hacer un grupo de trabajo que permita entrenarlos, de manera práctica, en estas funciones. Horarios, recordatorios, cumplimientos, límites, aprendizaje a escuchar, trabajo en etapas pequeñas, sostén de la motivación, establecimiento de vínculos personales, resolución de problemas, nuevo modelo comunicacional, entrenamiento en manejo de las emociones, abordaje de distorsiones cognitivas, etc.
Ventaja para los terapeutas
– Optimización del tiempo necesario para desplegar un modelo psicoeducativo adecuado, que le dé tiempo al sujeto de madurar los conceptos y de aplicarlos.
– Trabajo en un medio de menor presión por sostener la atención del paciente; el grupo se encarga con su dinámica de mantener el ritmo siempre activo.
– Posibilidad de traer en ejemplos aquellas situaciones desplegadas espontáneamente en el grupo, ocupándose allí de la explicación pertinente y el abastecimiento de estrategias.
– Mayor aprovechamiento de un terapeuta entrenado, que de otra manera no podría llevar adelante el tratamiento de tantos pacientes.
– Es un excelente medio para entrenamiento de terapeutas que trabajen diferentes aspectos del problema, que abarca múltiples áreas.
Un paciente puede comportarse de diferente manera con respecto a los cambios esperables: puede tener poca conciencia del cambio, dándoles menor importancia a sus logros o puede mentirles a sus médicos, ocultándose por la vergüenza que les genera en ocasiones verse varados en el mismo sitio disfuncional. El taller aporta una mirada de cambio desde el inicio, donde cada uno podrá recibir el apoyo constante del resto, que se comporta como abastecedor de feedback positivo, lo que permite aprender imitando las conductas que los terapeutas muestran en la acción.
Nuestra experiencia en los talleres, actualmente nos ha llevado a tratar en esta forma aproximadamente a 40 pacientes por año. Para muchos pacientes esta modalidad los ayuda a que su cambio sea más rápido y evidenciable, y a mejorar sus dinámicas familiares. Solo basta que uno de los integrantes cambie, para que el sistema gire en otro sentido. Muchos talleres tienen integrantes que se quedan año tras año, reeligiendo de esta manera una modalidad de tratamiento, mientras lo consideran necesario. Muchos egresan, cuando les parece que han desarrollado suficientes estrategias; otros pocos, desertan, porque es lo esperable en un trastorno que así se manifiesta.
Nuestro consultorio, decimos afectuosamente, tiene una puerta giratoria, “revolving door” como en los antiguos bancos, y aún en algunos edificios. Los pacientes entran y salen, hasta que deciden quedarse; cuando logran aceptarse, es cuando empiezan a recorrer el camino de la satisfacción real y la calma ansiada. Siempre hay lugar para darles la bienvenida y para desearles suerte cuando parten.
Los integrantes son los primeros en sentir que el grupo les pertenece, y son los principales actores y actrices de una nueva película. Van hacia una metamorfosis, donde las “larvas” se transforman en mariposas, en luciérnagas, y salen nuevamente al mundo, provistas de seguridad, autovaloración y aceptación necesaria para superar dificultades.
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Norma C. Echavarría es médica psiquiatra, psicoterapeuta cognitivo-comportamental y directora y creadora del Programa de Trabajo en Talleres para Adultos y Adolescentes con TDAH (TAAT). nechavarria@uolsinectis.com.ar
Testimonio
de la madre de un adolescente de catorce años
Soy madre de un varón de 14 años diagnosticado con TDAH sin hiperactividad. Mi hijo nació un mes antes de la fecha prevista, tenía placenta previa y pesó 2 K 100gr; es el segundo de dos hijos.
Casi no durmió durante los tres primeros años y sus llantos eran interminables. Me di cuenta de que algo andaba mal cuando no podía aprender los nombres de nuestros padres y hermanos, teléfono y dirección de la casa. El primer día de nido, cuando lo fui a recoger no quiso salir, la pataleta fue tal, que las profesoras se asustaron. Mi hijo demoró en entender que vendría todos los días. No sabía compartir juguetes, lápices y lloraba por todo. En esta etapa tenía tres años, sus llantos nocturnos descontrolados empezaron a crear secuelas en nuestro entorno familiar, mi hija empezó a levantarse por las noches y las discusiones con mi marido tuvieron su momento más intenso.
Cuando debía entrar al colegio, las profesoras del nido encararon mal el problema, no me dijeron que no estaba maduro para el colegio; si me hubieran dicho que era inmaduro yo lo hubiera entendido y hubiera esperado un año más. Debo resaltar aquí que los conocimientos del TDAH no eran tantos como ahora.
En el colegio le costó aprender las letras y los números, de ahí su problema de lecto-escritura. Él no podía transcribir de la pizarra al cuaderno o del libro al cuaderno sin perderse en las líneas, lo que hacía muy tedioso y lento su trabajo. El problema de memoria en cuanto a tareas era notorio, lo que hacía parecer que era flojo. Yo hubiera querido que repitiera el primer grado, pero las profesoras con sus temores de estima personal no me ayudaron. Mi hijo que tenía problemas de memoria no se hubiera dado cuenta, hubiera creído que estaba en otra clase.
Aquí empezamos el largo camino de evaluaciones y terapias. La evaluación demostró que era un chico con inteligencia superior, con altibajos. Los psicólogos fueron como cuatro y el último de ellos, recuerdo que me dijo: “Yo prefiero a los normalitos y no tan inteligentes”. Por supuesto no entendí en aquel momento a qué se refería, lo entendería más adelante.
Mi hijo asistió a las terapias siempre de buena gana, nunca se quejó y cada vez que yo preguntaba cómo se comportaba, todo el mundo me decía que bien. Ha tenido diferentes psicólogos, quiero mencionar que todos aportaron algo, pero con el tiempo lamentablemente creo que se quedaron en tratar de saber qué es lo que pasa internamente y realmente no les pasa mucho; estos niños son manipuladores, te cuentan los cuentos como tú quieres escucharlos, mienten porque al final no recuerdan bien cómo fue todo el problema, y algo que tienen es que ellos NUNCA tienen la culpa de nada, son difíciles de enfrentar.
En cuarto grado, la diferencia de madurez con los amigos era notoria y con gran fortaleza decidí enfrentarme a las profesoras, director y a mi marido para que repitiera. Él ya no podía más, era el típico niño sentado atrás que no molesta, no hacía las tareas y estaba mirando al techo, al cielo o por la ventana totalmente distraído; y como no molesta en clase los profesores no lo tomaban en cuenta. Ese año conseguí que repitiera. Su estima personal estaba totalmente en el suelo, a pesar que el psicólogo dijera todo lo contrario. Ése fue, a pesar de todo el cambio, el mejor año que tuvo y respondió bien, pero también creyó que sabía todo y así no era. Durante estos años yo lo ayudaba con las tareas. En el medio tuvimos este psicólogo que me dio algunas pautas para solucionar un problema con la hermana mayor (quiero hacer una reseña aquí, la hermana tiene excelentes notas, están en el mismo colegio y su ansiedad porque ella lo note es impresionante); su consejo fue bueno y lo seguí. El psicólogo solo supo decirme que mi hijo era inmaduro, algo aniñado y medio tontito (por el comentario de una amiga sobre mi hijo, me alertó que los privilegios paciente-doctor habían sido vulnerados). Lo dejé porque sentí que no había progresos. El problema de mi hijo al no tener hiperactividad, no pegarles a los amigos o no agarrar todas las cosas que estén a su alcance lo hacen dócil para las sesiones de psicología.
Cuando cumplió trece años, decidí volverlo a evaluar porque ahora iba a empezar la etapa de la adolescencia tan temida y con estos chicos era difícil saber en qué andábamos y qué era lo que íbamos a hacer, entonces buscamos una orientación. Para este entonces yo ya tenía la ayuda de un neurólogo pediatra y estaba medicado. Esto empezó desde los 6 años, dosis pequeñas y luego de acuerdo a las indicadas por el médico tratante de acuerdo a peso, tamaño y comportamiento.
Mientras que yo lo ayudaba con las tareas los pleitos eran cada vez más grandes y su rechazo también. Tuve que empezar a trabajar por mi salud mental y decidimos ponerle un tutor por consejo del médico neurólogo, para que nuestros pleitos disminuyeran y la relación madre-hijo no se deteriorara más. Me recomendaron un chico súper trome de 20 años que estudiaba en la universidad, era alto, pantalones ranger, polo y sweater; me sorprendí de verlo al principio, tan acostumbrada a las profesoras y terapistas que había tenido. Le expliqué lo que necesitaba, él sabía bastante y me dijo: “Voy a tratar de organizarlo, mirarle el horario, que lleve mejor sus cuadernos y enseñarle a hacer resúmenes”, le dije que me parecía bien porque mi hijo y yo habíamos llegado a un punto que no podíamos sentarnos a hacer nada, su rechazo era completo. La tutoría empezó y con este tutor joven mi hijo comenzó su nuevo proceso de organización. Le fue mejor, no quiero decir que tuvo excelentes notas sino que se sentía mejor, mi hijo siempre ha tenido problemas con tener los cuadernos al día y no hacer las tareas; oralmente es sobresaliente. La televisión y la computadora con los juegos pueden llamar su atención más que nada en este mundo.
Como será que una está tan cansada y atorada de ideas que no se da cuenta de ciertos detalles. Un día el tutor se me acerca y me dice: “¿Cómo puede saber qué cuaderno es de cada curso si todos tienen la misma pasta? Tu hijo abre su locker y lo que encuentra son ocho cuadernos todos iguales”. Yo ni siquiera me había dado cuenta de algo tan obvio y es porque las mamás estamos sumamente cansadas y cerradas. Sin embargo, este tutor estaba en la casa viendo las cosas que mi hijo usaba a diario; me dio algunos consejos y lo ayudó a organizar ciertas cosas y el hablar con un chico joven como él lo ayudó a tener diferentes puntos de vista. Tuvimos que prescindir de sus servicios porque él estaba terminando la universidad y disponía de poco tiempo extra.
Al siguiente año empezaron las terapias y sesiones con la psicóloga por el problema de cómo encarar la adolescencia que les comentaba anteriormente. En esta ocasión la evaluación arrojó que tenía altibajos y que era promedio. La psicóloga hablaba con él y así estuvimos hasta el primer bimestre, en el que obtuvo seis jalados en la libreta. Ante mi desesperación y el deseo de llegar a una conclusión con mi esposo decidí volver al tutor nuevamente. La reacción de la terapista fue muy buena, me dijo: “No ha dado resultado”. Sin embargo la psicóloga no quiso que terminara así no más las sesiones. Tuve que pensar cuidadosamente qué era lo mejor para mi hijo.
En esos días fui informada por una de ellas del problema suscitado por el malestar que le causaba mi hija mayor y un montón de problemas imaginarios en la cabeza de mi hijo. Al principio no lo entendí pero después me di cuenta de la manipulación tan grande que él había creado para poder terminar no haciendo las tareas porque era una pobre víctima de la hermana. Tuve que desmentir lo dicho por él a la terapista y psicóloga. Aquí es donde tenemos que tomar una decisión sobre las terapias o la tutoría, creo que las sesiones pueden y no ayudar a los niños. No tengo las respuestas a todo, pero si la psicóloga no habla con los padres de los niños no puede saber qué ocurre, ya que ellos crean sus propias historias de las cosas, siempre son las víctimas, no enfrentan los problemas y suelen mentir.
En el segundo bimestre con la tutoría solo tuvo dos jalados y levantó los demás cursos, él es un chico que pasa con 11 y 13 pero no le exigimos más…, solo que apruebe. Desde que dejó las terapias ha vuelto a ser el mismo, muchos amigos, cariñoso, hay que empujarlo mucho, le cuesta hacer las tareas, tiene gran sentido del humor, su lógica nos impresiona, tiene buena conducta en el colegio, es poco audaz y algo temeroso. Les sonará como dicho en desorden pero creo que así es su vida y así lo queremos.
Este es mi granito de arena para muchas mamás que tenemos que pasar por esto sin tener conocimientos del TDAH. Mamás que hemos escuchado comentarios de otras personas que nos han herido. Mamás que luchamos cada día para sacarlos adelante. Mamás que hemos escuchado que no se aprecia todo el esfuerzo que ponemos.
Mi consejo: darles mucho amor pero con disciplina clara; deben saber qué está bien y qué está mal. Mirar cada año cómo va; no pensar: ¿que será de él dentro de cinco años?
Y algo que siempre digo: él ha sido el gran estímulo de mi vida, siempre haciéndome investigar que más puedo hacer para ayudarlo y lo seguiré haciendo hasta que él camine por sus propios medios. El primer libro que me ayudó a entender mucho del TDAH fue El niño difícil de Stanley Turecki y Leslie Tonner.
Noticias y enlaces
Libro Yo tengo TDAH ¿y tú? de Belinda Castro Molina
El APDA ha publicado recientemente este hermoso libro para niños, donde Pedro nos cuenta todo lo que pasó y cómo se sentía antes de ser diagnosticado con el TDAH. Se vende en las librerías: El Virrey (Miguel Dasso 147, San Isidro), Interamericana (Centro Comercial El Polo, Surco) y en la Botica Miraflores (Scipión Llona 180, Miraflores). Precio: 20 soles. Enlace a la carátula: http://anexoapda.blogspot.com/2007/12/yo-tengo-tdah-y-t.html
Taller para adultos con TDAH
Sobre la base del trabajo de la Dra. Norma Echavarría —con las adaptaciones necesarias para su aplicación en nuestro medio— se ha abierto un motivador espacio para trabajar en grupo las características del TDAH y su manejo en el día a día. Informes: apda@deficitdeatencionperu.org
Decimonovena Conferencia del CHADD en los EE.UU.
Del 7 al 10 de noviembre se efectuó, en Washington D.C., la 19º Conferencia Anual Internacional del CHADD, conmemorando los 20 años de la institución. El APDA estuvo representada por su presidenta y su neurólogo asesor. Beatriz Duda presentó el tema Curso taller de Coaching para el TDAH en el Foro Iberoamericano.
Curso-Taller de Coaching
El martes 8 de enero, de 6 a 8 p.m., se inicia el vigésimo sexto curso-taller dirigido a padres de familia y profesionales que deseen informarse exhaustivamente sobre el tema y compartir estrategias para el manejo en casa y colegio. Informes:
apda@deficitdeatencionperu.org
Taller de habilidades sociales para niños con TDAH
Este taller centra sus estrategias en la preparación de habilidades de autocontrol emocional y resolución de problemas en la convivencia de situaciones cotidianas.
Informes: Carla Sandoval, 9733-5546, 561-1245 y 9926-8073; carlasando@gmail.com