Hablar de Déficit de Atención e Hiperactividad hoy, puede para muchos seguir estando asociado a identificar sus manifestaciones como un trastorno de niños y por lo general asociarlo no solo con varones, sino con niños inquietos y con dificultades académicas.
La cantidad de varones identificados a través del diagnóstico, aún sigue siendo mayor que la de las niñas, lo que lleva a continuar pensando en el trastorno como una afección predominantemente del sexo masculino. La cantidad de niñas identificadas —en una proporción significativamente menor de la afectada realmente— suele corresponder a las niñas referidas para su evaluación, que son solamente los casos más severos, donde la hiperactividad o la impulsividad son tan evidentes que llevan a padres y docentes a buscar la consulta.
El trastorno por déficit de atención es un trastorno del neurodesarrollo, que tiene una heredabilidad de 0.8, lo que significa que es un trastorno hereditario de alto impacto genético. Los casos identificados habitualmente en las familias de niños diagnosticados, suelen ser los de otros varones o niñas predominantemente hiperactivas, obviando por lo general un gran número de niñas que si bien están afectadas son predominantemente “desatentas”.
La sintomatología que motiva las consultas o bien la preocupación de los padres y docentes, suele ser la que resulta evidente. ¿Que quiero decir con ello?
Solamente generará una consulta aquella situación visible y evidenciable como inadecuada en la infancia.
Intentaré aclarar este aspecto que considero básico en la comprensión de este concepto. El proceso diagnóstico en el área de salud continúa siendo un proceso que se inicia a partir de la presencia de síntomas o signos. Estos pueden ser francamente evidentes —como lo es la fiebre, una erupción, una tumoración, un dolor agudo— dentro de la clínica médica. Visibles, mensurables, fácilmente detectables por el sujeto adulto o por los adultos a cargo de su cuidado, si pensamos en un niño.
Cuando pensamos en salud mental, esto se hace mucho más complejo. Un sujeto presenta síntomas que por lo general son tan solo exageraciones, o variaciones, de características normales. Solo a veces estos resultan evidenciables, pero en la mayoría de los casos son predominantemente subjetivos, como la angustia, la tristeza, la insatisfacción, por solo mencionar algunos de ellos. Es entonces mucho más complejo pensar en arribar a un diagnóstico.
Aclarando el concepto ahora podremos imaginarnos dónde radica el problema de la identificación diagnóstica en las niñas. Estamos ahora en condiciones de pensar cuántos son los factores que contribuyen a postergar el diagnóstico del TDAH en ellas —en el mejor de los casos— o de poder entender por qué es que muchas mujeres conviven permanentemente con el problema sin saberlo.
El trastorno por déficit de atención es un trastorno que puede presentarse en una amplia esfera de síntomas. El predominantemente hiperactivo-impulsivo, el desatento o el combinado, que presenta ambas esferas sintomatológicas. En el sexo femenino, el subtipo desatento es el más frecuente, en comparación con los varones
¿Cuáles son las manifestaciones más características de este subtipo?
Podríamos enumerar las características que el manual DSM IV considera para su diagnóstico:
No presta atención a los detalles.
Pierde cosas o útiles necesarios para sus tareas.
Evita tareas que requieren esfuerzo mental sostenido.
Se distrae fácilmente.
Tiene problemas para sostener la atención.
Parece no escuchar.
Le cuesta terminar las tareas.
Es olvidadizo.
Tiene dificultad para organizarse.
Seis o más de los síntomas precedentes han persistido por seis o más meses, y no corresponden al nivel del desarrollo. Se presentan en dos o más ámbitos.
¿Cómo es que aun con estas características una niña resulta no diagnosticada? Por lo general, en la niñez las madres suelen abastecer de recursos a estas niñas para evitar el impacto que generaría el trastorno; por ejemplo, les miran los cuadernos, les organizan las mochilas, les consiguen las tareas no copiadas en clase, casi de la misma forma que hacen con varones. Sin embargo, las expectativas sociales que recaen sobre el sexo femenino van a generar una serie de factores de compensación que llevarán a las mismas a poder lidiar con sus dificultades, a través de un gran esfuerzo personal.
Las expectativas del rol de la mujer desde niña es que cumpla con una serie de pautas para que pueda ser identificada como miembro legítimo de la logia femenina. Las niñas suelen ser detallistas —mirarse unas a otras en búsqueda de detalles nuevos—, estar muy atentas a desarrollar desde muy temprana edad un mundo donde la comunicación verbal prevalece. Una típica niña será apreciada por su complacencia, su conexión con el mundo femenino, de detalles y muñecas, de puntillas, hebillas y colores que combinen… Una niña desatenta estará gran parte de su tiempo como desconectada de su entorno, su mente suele dispersarla con sus propios pensamientos, su imaginación frondosa, sus ensueños característicos la llevarán probablemente a aterrizajes forzosos frente a la risa de sus “amigas”, quienes dejarán de lado poco a poco a esta atípica niña.
Si bien para muchas el problema de la hiperactividad estará presente, será de una forma mucho menos disruptiva que en los varones. Las niñas con TDAH podrán ser charlatanas, movedizas, disfrutarán de correr en el patio del colegio, sin tener en cuenta que sus polleras puedan volarse en ese juego. Esto les podrá dar un aspecto más desaliñado, donde priorizarán la ropa cómoda frente a la de moda. Siempre tendrán mayor dificultad al relacionarse con otras niñas porque seguramente con los varones tendrán mejor conexión. La impulsividad en algunos casos las llevará a interrumpir un juego tranquilo, a contestar abruptamente, otra vez generándose el circuito negativo del rechazo de sus pares.
En el aspecto académico, las niñas podrán esforzarse “a escondidas”, estudiando y preparando trabajos, invirtiendo largas horas en ello. Desde el exterior, a veces logran a través del esfuerzo desmedido, y con patrones casi obsesivos, mostrarse sin dejar ver los síntomas que realmente las torturan. Presentan un enorme porcentaje de trastornos de ansiedad asociados, lo mismo que trastornos del ánimo, que yacen fuera de la vista de quienes conviven con ellas o no generan preocupaciones que ameriten la consulta. En lo académico, muchas veces un buen coeficiente intelectual las ayuda a pasar desapercibidas y hasta convertirse en las mejores alumnas, obsesivizándose con el estudio, cargando consigo una enorme ansiedad surgida del temor a ser descubiertas. Viven una vida donde la vergüenza, la culpa y la baja autoestima son más dañinas para su desarrollo que lo que el mismo trastorno en sí les generaría, de no acompañarse de estos efectos “secundarios”. A esto se debe que las mujeres afectadas consulten recién en su vida adulta, por el impacto que les generan las diferentes comorbilidades y «secuelas» de convivir sin diagnóstico ni tratamiento.
Si pensamos:
que los síntomas por ser predominantemente desatentas, van a pasar mayoritariamente desapercibidos
que se sumarán factores de protección abastecidos por sus madres generalmente, que las ayudan y las auxilian con las tareas
que a pesar de presentar hiperactividad tienen menores problemas de comportamiento; se fuerzan más por vivir detrás de una máscara de aptitud, dejando visible, por ejemplo, el solo ser más “charlatanas”
que académicamente podrán, a través del esfuerzo y el sacrificio, obtener resultados “adecuados”, y que a veces pueden refugiarse obsesivamente en ese esfuerzo y lograr estar entre las mejores alumnas cuando se le suma, como factor de protección, un alto coeficiente intelectual
que en la infancia y hasta la pubertad los estrógenos, hormonas en una proporción significativamente mayor en niñas, proporcionan una mejor transmisión en los circuitos comprometidos por el TDAH, incrementando la transmisión dopaminérgica, en los circuitos prefrontales y ganglios basales.
Entonces estaremos en condiciones de entender un poco mejor cuáles son las causas de la postergación o la ausencia de la detección precoz del problema. Será pues muy importante tener en cuenta que, por lo general, a las niñas afectadas debemos ir a buscarlas, mas allá de los puntajes de las escalas de evaluación diagnósticas, que por otra parte están diseñadas para evaluar niños, y por lo general pocos síntomas de la esfera desatencional. El gran desafío para nosotros, los que trabajamos en el tema del TDAH, será probablemente abrir un nuevo capítulo dentro del área diagnóstica y terapéutica: EL TDAH EN LA MUJER.
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Graduada con Diploma de Honor en la Universidad de Buenos Aires. Médica Especialista en Psiquiatría. Especialista en el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad en Adultos. Miembro de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA). Member of CHADD. Directora de C.I.P. Hurlingham (Consultorios Integrativos de Psicoterapia).
www.dranormacechavarria.com.ar nce@dranormacechavarria.com.ar
Artículo aparecido en el boletín electrónico n.º 10 del APDA, del 15 de diciembre del 2005.