Dra. Norma C. Echavarría
Trabajar en talleres es una modalidad implementada desde ya hace casi 10 años en el programa de tratamiento de pacientes con TDAH, como parte de las estrategias de mi estilo de abordaje del mismo en adultos y adolescentes.
Originalmente, los talleres se plantearon solamente como una modalidad de psicoeducación. Reunir a los pacientes y a sus familiares directos, para compartir explicaciones e información acerca del TDAH, fue el primer escalón del desarrollo del programa actual. Si bien reunirse en grupos para compartir generaba expectativas encontradas, los que llegaban a la primera reunión con desconfianza tenían dificultad en partir más tarde.
Surgen los talleres con la finalidad de acortar los tiempos del tratamiento; de facilitar la información a varios sujetos, disminuyendo el esfuerzo que generaba hacerlo en forma individual; y, además, de ajustar el costo de un tratamiento poco accesible de otra forma.
Allí nacen los intercambios de historias, que motivan una enorme reducción y alivio de los síntomas emocionales. Desde esa primera evaluación hasta hoy, han transcurrido muchas experiencias, algunas incorporadas, otras descartadas frente a la ausencia de resultados. Los talleres se fueron superando año a año, todos ellos fueron en cierta manera responsables de lo que hoy nosotros manejamos cotidianamente. Hace ya tres años sumamos a la estructura de nuestro abordaje, alguno de los enfoques del grupo del Dr. Safren, del Massachussets General Hospital, sumados a nuestro esquema y adaptando todo lo que fue incorporado a la cultura y sociedad hispanoamericana.
Hoy llevamos adelante diferentes grupos de talleres:
Talleres de Nivel I, donde consideramos necesaria la información psicoeducativa del trastorno, su base biológica y la posibilidad de comprensión de los síntomas en términos de la disfunción biológica o la adaptación para la “supervivencia emocional”.
Talleres de Nivel II, donde el eje está en profundizar el protagonismo de los participantes en el correcto y adecuado registro de sus emociones y conductas, y la puesta en marcha de los mecanismos necesarios para un más adecuado autocontrol.
Ambas modalidades tienen un tiempo acotado de trabajo y un número de integrantes limitado, pero en el segundo nivel los grupos son abiertos, pudiendo incorporarse nuevos integrantes, que ya hayan completado el primer ciclo. Eso permite abrir aún más el espectro de adaptaciones, en cuanto a una dinámica de grupo.
Talleres de Nivel III, que tienen autonomía temática, permitiendo así que el participante elija su concurrencia a los mismos en el caso de presentar el problema descrito o elija obviarlo en caso de no necesitar ayuda en ese tema, evitando así el aburrimiento tan característico que genera muchas veces el abandono de toda modalidad de trabajo.
La modalidad de trabajo en talleres ha permitido reunir más de una ventaja tanto para pacientes como para terapeutas.
Ventaja para los pacientes:
• Continuidad semanal, por un período de 90 minutos, lo que les permite un mayor aprovechamiento del tiempo, recurso de difícil manejo en pacientes con TDAH.
• La participación en grupos previamente seleccionados por quien está a cargo, de acuerdo a etapas y ciclos vitales, por mencionar uno entre varios otros criterios.
• La posibilidad de compartir en “situaciones especulares”, las vivencias que reconocen en otros casi en forma similar a las propias.
• Una manera muy cómoda de mostrar las características que en otros grupos ocultarían o dejarían debajo de una máscara, sosteniendo una falsa imagen de sí mismos.
• Una posibilidad de detectar, explicar, entender y desactivar, conductas y características comportamentales propias de las disfunciones ejecutivas que bien caracterizan a este trastorno crónico.
• La manera de modificación de las mismas se da en una circunstancia grupal donde el taller permite la reproducción de sus efectos, igual que en la vida cotidiana.
• La estructura del taller cuenta con la posibilidad de que, a través de las diferentes propuestas en forma progresiva, cada uno pueda ir descubriendo y modificando las disfunciones ejecutivas, pero sin acompañamiento de críticas ni excusas, con aprendizaje de estrategias adecuadas.
• O sea, el objetivo se cumple a través de la enumeración de las situaciones que alimentan los conflictos e inseguridades individuales, en una introducción de soporte teórico, o bien mediante la dramatización de las mismas.
• Muchos sujetos con TDAH tienen problemas para sostener vínculos interpersonales, para ello el taller funciona como lo haría un taller cognitivo comportamental de entrenamiento en habilidades sociales.
• Las situaciones planteadas, la posibilidad de desarrollar la aceptación de cada individuo, con sus fortalezas y debilidades, permite ir acompañando el proceso al que llamamos metamorfosis hacia una vida amigable.
Nuestro esquema de trabajo fue basado en mi experiencia profesional con sujetos afectados por TDAH, como psiquiatra, y mi experiencia personal de vivir afectada con el trastorno y con una familia donde tres de mis cinco hijos están diagnosticados con TDAH. Desde esa experiencia, y con una formación en psicoterapia cognitiva comportamental y psicoterapia sistémica, he ido construyendo el modelo actual de trabajo.
Trabajar con un trastorno que tiene como eje una disfunción ejecutiva tiene sus bemoles. Pacientes que llegan tarde, que olvidan sus sesiones, que tienen problemas para el pago del tratamiento, que oscilan en su motivación y desaparecen casi sin aviso, son una muestra de los múltiples ejemplos de sus conductas.
Ellos desean cambiar, pero antes de cumplir el proceso de cambio se verán atrapados por los mismos síntomas que buscan desactivar. A raíz de este tema es que surge en mi experiencia clínica la idea de hacer un grupo de trabajo que permita entrenarlos, de manera práctica, en estas funciones. Horarios, recordatorios, cumplimientos, límites, aprendizaje a escuchar, trabajo en etapas pequeñas, sostén de la motivación, establecimiento de vínculos personales, resolución de problemas, nuevo modelo comunicacional, entrenamiento en manejo de las emociones, abordaje de distorsiones cognitivas, etc.
Ventaja para los terapeutas:
• Optimización del tiempo necesario para desplegar un modelo psicoeducativo adecuado, que le dé tiempo al sujeto de madurar los conceptos y de aplicarlos.
• Trabajo en un medio de menor presión por sostener la atención del paciente; el grupo se encarga con su dinámica de mantener el ritmo siempre activo.
• Posibilidad de traer en ejemplos aquellas situaciones desplegadas espontáneamente en el grupo, ocupándose allí de la explicación pertinente y el abastecimiento de estrategias.
• Mayor aprovechamiento de un terapeuta entrenado, que de otra manera no podría llevar adelante el tratamiento de tantos pacientes.
• Es un excelente medio para entrenamiento de terapeutas que trabajen diferentes aspectos del problema, que abarca múltiples áreas.
Un paciente puede comportarse de diferente manera con respecto a los cambios esperables: puede tener poca conciencia del cambio, dándoles menor importancia a sus logros o puede mentirles a sus médicos, ocultándose por la vergüenza que les genera en ocasiones verse varados en el mismo sitio disfuncional. El taller aporta una mirada de cambio desde el inicio, donde cada uno podrá recibir el apoyo constante del resto, que se comporta como abastecedor de feedback positivo, lo que permite aprender imitando las conductas que los terapeutas muestran en la acción.
Nuestra experiencia en los talleres, actualmente nos ha llevado a tratar en esta forma aproximadamente a 40 pacientes por año. Para muchos pacientes esta modalidad los ayuda a que su cambio sea más rápido y evidenciable, y a mejorar sus dinámicas familiares. Solo basta que uno de los integrantes cambie, para que el sistema gire en otro sentido. Muchos talleres tienen integrantes que se quedan año tras año, reeligiendo de esta manera una modalidad de tratamiento, mientras lo consideran necesario. Muchos egresan, cuando les parece que han desarrollado suficientes estrategias; otros pocos, desertan, porque es lo esperable en un trastorno que así se manifiesta.
Nuestro consultorio, decimos afectuosamente, tiene una puerta giratoria, “revolving door” como en los antiguos bancos, y aún en algunos edificios. Los pacientes entran y salen, hasta que deciden quedarse; cuando logran aceptarse, es cuando empiezan a recorrer el camino de la satisfacción real y la calma ansiada. Siempre hay lugar para darles la bienvenida y para desearles suerte cuando parten.
Los integrantes son los primeros en sentir que el grupo les pertenece, y son los principales actores y actrices de una nueva película. Van hacia una metamorfosis, donde las “larvas” se transforman en mariposas, en luciérnagas, y salen nuevamente al mundo, provistas de seguridad, autovaloración y aceptación necesaria para superar dificultades.
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Norma C. Echavarría es médica psiquiatra, psicoterapeuta cognitivo-comportamental y directora y creadora del Programa de Trabajo en Talleres para Adultos y Adolescentes con TDAH (TAAT). nechavarria@uolsinectis.com.ar
Artículo aparecido en el boletín n.º 17 del APDA, del 9 de diciembre del 2007.