Cuando los padres se enfrentan a la difícil tarea de criar, es común escuchar lo siguiente: “nadie te enseña a ser padres», lo que no deja de ser algo cierto, pero no lo es menos el que esa frase signifique «no se qué hacer». No se trata de descartar los consejos de otras personas, como el de las abuelas, ni dejar de tomar en cuenta sus experiencias, pero también es importante reconocer que los tiempos han cambiado y que las condiciones actuales para criar a los hijos son bastante diferentes a como eran hace unos años. El problema surge cuando hay que “acomodar” los consejos bien intencionados a la práctica en la vida diaria, más aun por el hecho de que muchas mamás trabajan fuera de casa, lo que aporta una variable más en esta tarea.
Por eso es que los psicólogos cumplen un rol importante en la orientación a los padres respecto a pautas de crianza, no solamente porque pueden enseñarles de qué manera afrontar los retos que significa educar, sino porque pueden hacer que ellos entiendan y acepten que sus hijos no solo no son perfectos, sino que ellos (los padres) no tienen que sentirse evaluados permanentemente en su rol como tales, en relación a las conductas de sus hijos o a las consecuencias de las mismas. En los padres hay un deseo genuino de no hacer daño, de no generar ‘traumas’ a los hijos y es en este afán que las mamás acuden a la consulta confundidas, culposas y con una sensación de impotencia al no poder manejar ciertas conductas de sus hijos, sobre todo las de los más pequeños, pues estar con ellos puede llegar a producir no solamente mucha tensión, sino que comienzan a aparecer las discusiones dentro de la pareja, relacionadas a cómo es que cada uno enfrenta la conducta (adecuada o inadecuada) de sus hijos.
¿Cuáles son las preocupaciones más frecuentes?
Las relacionadas con la comida, la hora de acostarse, la forma de lograr que el niño obedezca, que se relacione bien con sus hermanos, que sea ordenado, etc., sin contar con las preocupaciones relacionadas con el tema de “si lo estoy haciendo bien”. Muchos de los problemas de crianza se han ido enquistando en la vida familiar (haciéndose parte de ella), y la respuesta a la pregunta de por qué se dan, es muy simple: PORQUE LO PERMITIMOS, PORQUE DEJAMOS QUE LAS COSAS SE DIERAN DE ESA MANERA, porque desde que nace el niño APRENDE, estableciéndose una especie de dinámica o interacción entre el niño y el medio en el que crece, ya que aprende a través de lo que se le va, o no, enseñando. Entonces se puede decir que un niño aprende conductas en el contacto diario y bajo la dirección o enseñanza de las personas que lo rodean, por lo tanto necesita que esas personas provean un modelo, estableciendo límites, haciendo cumplir normas, enseñando valores, etc.
Los niños nunca son ‘demasiado pequeños’ para empezar a ser educados y no se les va a demostrar más amor porque se les consienta más; no van a ser personas más seguras porque se les permita hacer lo que quieran y no van a aprender a tomar decisiones respecto a ciertas situaciones cuando aún no son capaces de asumir las consecuencias de las mismas; su autoestima tampoco se va a desarrollar convenientemente si no aprenden a tolerar la frustración y a postergar la satisfacción inmediata de sus deseos. No estamos proponiendo modelos autoritarios o inflexibles, sino modelos basados en el respeto a las normas establecidas, al orden, a tomar en cuenta el derecho de los otros, a saber perder, a saber esperar, que permitan desarrollar en el niño herramientas para crecer mejor y lograr un mayor bienestar interior, es decir lo que los padres desean por encima de todo: ”que mi hijo sea feliz”. Pero, ¿qué es un niño feliz? ¿El que tiene todo? ¿Al que no se le niega nada? ¿El que hace sólo lo que quiere?… Eso, precisamente, no da esa felicidad que aspiramos que ellos alcancen.
El punto está en cómo hacerlo
Una manera es buscando información y asesoramiento leyendo libros relacionados con el tema de crianza; otra es contactándose con un profesional, que puede ser un psicólogo especialista en el área. El psicólogo les puede proporcionar no solamente información acerca de las características propias de la etapa de desarrollo en la que se encuentran sus hijos, sino además puede darles sugerencias acerca de cómo proceder ante las diferentes situaciones que se presentan, haciendo algunas precisiones que hay tomar en cuenta para poder educar lo mejor posible, puesto que las razones que nosotros tenemos para que nuestros hijos hagan algo o dejen de hacerlo, no son necesariamente razones que ellos van a entender siempre.
Y de este modo, los padres sabremos que si queremos que aprendan a seguir normas, nosotros tenemos que dar el ejemplo y ser consistentes, es decir mantenernos firmes en las decisiones que tomamos, de tal manera que si establecemos una regla, como rutinas para las comidas y la hora de ir a dormir, debemos hacer que se cumplan. Por ejemplo, si dejamos en claro que comer es diferente a jugar, vamos a insistir en que permanezca sentado, que no juegue o vea TV, y más bien se le puede conversar, contar historias, etc. Aprenderemos que si se niega a comer…, pues que no coma…, hasta la próxima comida, pero sin caer en la compasión de “pobrecito se va a morir de hambre», ya que cuando tenga hambre, va a comer mejor. Tomaremos en cuenta que si damos el ejemplo en el trato que les damos a ellos mismos, en la manera en que les pedimos algo, o en la forma en que demostramos respeto y consideración por lo otros, vamos a lograr que aprendan lo que se espera de ellos en ese sentido.
Nos daremos cuenta que ser firmes no significa amenazar con hacer algo que tal vez no podamos cumplir. Más bien aprenderemos a ‘advertir’ la consecuencia que puede tener tal o cual conducta: «Para ver tu programa, primero tienes que guardar tus juguetes». Consideraremos que si pensamos que nuestros hijos deben aprender a tomar decisiones, primero, pensaremos en cuáles. Puede ser que deba aprender a elegir entre un helado de fresa o de vainilla, pero no puede elegir acostarse o no hacerlo. No cederemos ante el llanto de los niños (que es una herramienta poderosa), ya ellos saben cuán efectivo puede ser si nosotros nos mostramos débiles. Tenemos que enseñarles a qué llanto vamos a hacerle caso y cuál no sirve para lograr hacer o tener lo que quiere.
Si bien somos necesarios, eso no significa que el niño no pueda dormir si no «lo duerme» alguien. El pequeño debe ir acostumbrándose a dormir solo y a despertarse y volverse a dormir. Y no acudiremos a la primera que haga un ruidito. No comenzaremos diciendo: «¿Quieres…?”, cuando queramos que el niño obedezca, porque es posible que ‘no quiera’ y ya le dimos a entender que tiene la opción… y terminamos contradiciéndonos. No vamos a olvidar que los niños aprenden TODO, todo el tiempo…
Consejos que da el psicólogo:
– No utilizar etiquetas: «eres desordenado…, pleitista…, egoísta…», sino más bien decir: “ordena tus cosas, así no las perderás», etc.
– No decir NUNCA cosas que hieran.
– No hacer todo por él. Debe aprender a hacer cosas simples, así no las haga perfectas como a usted le gusta, como recoger sus juguetes, no dejar la ropa tirada. Hay que hacer las cosas CON él, para que aprenda.
– Enseñarle que sus conductas tienen tanto consecuencias buenas, como recibir el reconocimiento, un beso, un elogio, un dulce, una salida, etc., como consecuencias no tan buenas, como no salir o que se le guarde un juguete que dejó tirado.
– Hablar con claridad, no como si fuera un bebé y asumiendo que es ‘muy pequeño’ aún para entender.
– No ‘reventarle cohetes’ ni aplaudir todo lo que su hijo hace porque se acostumbrará a ser gratificado siempre, por todo lo que hace, y por todos los que lo rodean.
– Ser flexibles con los muy pequeños, pero ir ‘ajustando la tuerca’ a medida que van creciendo y entendiendo qué es la obediencia, la armonía, la honestidad, etc.
– Si papá y mamá no están de acuerdo sobre algún aspecto relacionado con la educación de sus hijos, salgan a tomar un café y conversen acerca de sus puntos de vista, expongan sus posiciones y encuentren un interés en común: el bien de su hijo, llegando a acuerdos que ambos van a cumplir. Por encima de todo, no se desautoricen.
– La calidad del tiempo que están con los niños también debe ir acompañada de cantidad, si no ¿de qué otro modo los vamos a conocer, a escuchar, a disfrutar, a verlos crecer y les vamos a enseñar, etc.?
El psicólogo les recordará que demostrarles amor a sus hijos es educarlos y que no es comprarles cosas y dejarlos hacer lo que quieren. Y, por último, les dirá que no duden en acudir a buscar ayuda y orientación cuando crean que necesitan apoyo.
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Agradecemos a Virginia Bákula de Idiáquez, psicóloga educacional, por este artículo de gran interés práctico para la crianza de los niños preescolares, un campo en el cual es experta. vbakula@terra.com.peEsta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla
Artículo aparecido en el boletín electrónico n. 9 del APDA, del 15 de septiembre del 2005.