Dr. Armando Filomeno

Hace unos días llegó a mi correo electrónico (en una de esas cadenas de la Internet a las que no suelo hacer caso), el enlace a un video en inglés, que es un “pot pourri” —olla podrida literalmente; mezcolanza en sentido figurado—  que se inicia con escenas dramáticas de lo que podría ser la mala utilización de la psiquiatría por estados totalitarios en la posguerra pero aplicadas, al parecer, a la práctica psiquiátrica actual por los autores del video. Luego, un psiquiatra de procedencia húngara cuestiona —de manera histriónica— el diagnóstico del TDAH, según él porque no se puede efectuar mediante análisis de sangre o radiografías; una osteópata recita los efectos secundarios del Ritalin de acuerdo a la posología que viene con el medicamento y un neurólogo —cuyo punto de vista no representa el de sus colegas de especialidad— se adhiere a los comentarios del psiquiatra.

A continuación se afirma —en escenas fuertemente dramáticas— que algunos de los adolescentes que participaron en las matanzas en series de las escuelas norteamericanas de los últimos años tomaban o habían tomado medicamentos antidepresivos. Luego hay testimonios sobre presuntos efectos presentados por niños al tomar Ritalin y antidepresivos, acompañados de quejas sobre la manera como, según ellos, las autoridades de los EEUU obligan a los padres a medicar a sus niños y se los quitan cuando no lo hacen. Después se mencionan casos de muertes de niños, supuestamente por Ritalin, por Zoloft (suicidio) y por desipramina.

Videos como este se aprovechan del resentimiento que existe en algunas personas en los EEUU hacia lo que consideran un abuso de las instituciones educativas de su país, que según ellas va en desmedro del derecho de los padres a hacer lo que quieran con sus hijos, aunque esto vaya contra el bienestar de ellos y contra los conocimientos científicos de nuestra época. Dichas personas reaccionan contra la decisión de las autoridades escolares de pedir una evaluación médica especializada de los alumnos que tienen y crean problemas y de “exigir” que los niños tomen la medicación prescrita por los expertos.

Como comentario final a este video —que como mencioné al inicio es una total mezcolanza— hay que decir que nadie ha demostrado que el metilfenidato (Ritalin) sea riesgoso para el corazón, si quien lo toma no es un niño con una cardiopatía congénita o un adulto con alguna enfermedad cardíaca. Con respecto a la desipramina y otros antidepresivos tricíclicos, debe decirse que se han reportado varios casos de muerte súbita en niños que los tomaban, por lo que es preferible no utilizarlos en pacientes de edad pediátrica; por otro lado no son medicamentos de primera ni segunda línea para el TDAH, por lo que su uso en este trastorno no es recomendable. El tema del suicidio en niños inducido por los antidepresivos inhibidores de la recaptación de serotonina (ISRS, o SSRI en inglés) está en debate actualmente, considerándose que pueden provocar ideación suicida; hay que hacer notar que estos medicamentos no se emplean en el tratamiento del TDAH por no ser efectivos.

Es lamentable que los padres que honesta e inteligentemente optan por el tratamiento más efectivo para sus hijos con el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), tengan que estar expuestos a información alarmante y malintencionada como ésta, que puede llevarlos a interrumpir la medicación y a perjudicar con ello a sus hijos; cuando se den cuenta del error que han cometido, el daño causado involuntariamente a ellos puede ser ya irreparable.

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El Dr. Filomeno es neurólogo asesor del APDA. Miembro  de la Junta Asesora Profesional de la AD/HD Global Network. Miembro profesional del CHADD.
Correo electrónico: armandofilomeno@telefonica.net.pe

Artículo escrito el 6.4.2008.