Hace 8 años el entonces director del Colegio de La Inmaculada, el Padre Ricardo Morales, publicaba en el editorial semanal del “Comunicándonos” un artículo que se enfocaba en chicos hiperactivos, y su recomendación era primordialmente “Cuidar la autoestima”.
Justo en esos meses, durante clases, Pablo se diferenciaba del resto y el colegio recomendaba una evaluación neurológica. Diagnóstico: TDAH.Siendo una realidad el hecho de que los chicos están en el colegio más horas que en la casa, eran frecuentes las discusiones familiares, cada vez que venían las anotaciones conductuales o el bajo rendimiento académico, sobre si continuaba o no en ese colegio o si tal vez era mejor cambiarlo a un colegio “más para él”.

La postura de mi esposo era que sus fortalezas debían ser aprovechadas y explotadas en otro tipo de centro educativo, yo, por mi parte pensaba que él debía aprender a vivir con sus debilidades y salir adelante con ellas en el mismo colegio… en lo que sí coincidíamos era en “cuidar su autoestima”. De hecho, yo sabía que con mi postura ponía en riesgo la salud espiritual de mi propio hijo, sabía que iba a ser más difícil. Fue más difícil.

Cuidar su autoestima en un mundo que no está hecho para él fue muchas veces casi una lucha de capa y espada. Una, como madre, no deja de sentirse directamente agraviada cuando escucha comentarios como “no tiene modales”, “es poco educado”… Imposible no reaccionar como una leona ante esto, sobre todo cuando sabes que tu hijo es justamente ¡todo lo contrario! ¿Cómo lo proteges? ¿Es que acaso no entienden que es un problema de “impulsividad”?

Lo cierto es que no. Y no se puede juzgar a los otros, pues si una misma no entiende, ni acepta que una condición no visible puede ser la explicación del desorden al trabajar, la mala memoria, las risas exageradas, los comentarios fuera de lugar o los comportamientos no permitidos dentro del aula.

Mi aceptación vino de la combinación del aprendizaje y el entendimiento, luego pude pensar en una solución y adaptarme a ella.

Hace muchos años aprendí que el TDAH es una condición primariamente neurobiológica que se caracteriza por  la deficiencia en algunas áreas del cerebro de los neurotransmisores dopamina y norepinefrina, pero fue últimamente que entendí que no iba a desaparecer y que necesitaba mi atención y un plan de acción, que no se trataba solo de proteger a mi hijo, de corregirlo y estimularlo cuando lo merecía, o de tener largas conversaciones con él. Tampoco podía echarle la culpa al colegio, o al sistema, eso simplemente no lo iba a ayudar.

El tema de la medicación no aplicaba por una condición física. Lo siguiente fue terapia psicológica, que realmente no ayudó, las sesiones se quedaban en el cuarto del psicólogo y no había un problema psicológico real. Tutoría para temas académicos, que no lograba otra cosa que hacer que “salve el curso”.

Mi hijo necesitaba entender su problema, fijarse un objetivo a largo plazo, pero trazarse metas a corto plazo. Necesitaba organizarse, necesitaba seguimiento y sobre todo motivación. Necesitaba aprender a manejarse.

Entendía que él era especial, sabía que necesitaba ayuda y qué tipo de ayuda necesitaba, pero no estaba preparada para dársela solo yo, ni solo un psicólogo, ni solo un tutor o profesor.

Fue entonces que “googleando” encontré la página de APDA y aprendí sobre el coaching.

El coaching parecía ofrecer justo lo que necesitábamos. Y fue más que eso. Las sesiones, semanales, me devolvían a un chico super motivado, con un plan de trabajo para la semana, pautas para cumplirlas y mails de seguimiento durante la semana para apoyarlo en cosas puntuales. Los resultados a corto plazo en el colegio le dieron una suerte de bola de nieve positiva que hizo que Pablo se diera cuenta que el cambio dependía solo de él.

Las sesiones de coaching promovían un ambiente de confianza de modo que nunca fue un tema el hecho de asistir a ellas. El coach pudo identificar los comportamientos negativos frecuentes y ayudó a que Pablo encuentre la respuesta o la manera de anularlos y además revertirlos. Temas sencillos como la dinámica de trabajo de uno de los cursos en el colegio.

Además de que tuvo 100% de aceptación en el colegio, de modo que las recomendaciones de Pablo respecto a la manera de enfrentar sus dificultades fueron respetadas. En casa el nivel de comunicación mejoro también, las sesiones de coaching le dieron la seguridad que necesitaba justo en la edad en que más necesita estar seguro de él mismo y de sus capacidades.

Hoy, los objetivos de mi hijo son más claros, los medios para lograrlos también y su proyecto futuro es aprender a hacerlo por sí solo.

Testimonio publicado en el boletín electrónico n° 26 del APDA, el 15 de diciembre del 2010.