El otro día de compras en el supermercado no pude dejar de recordar cuando mi hijo —ahora de 14 años— era pequeño. Ahí estaba, un niño de 5 años moviéndose sin parar, alborotando a su madre y a la cajera, con una energía que parecía nunca acabar, saltando, agarrándolo  todo, desbordante en todos sus movimientos. La mami, dejaba entrever su amor y cansancio a la vez por su terremotito quien no le daba un minuto de respiro, salvo cuando éste dormía.

Sí, así era mi pequeño, hoy un joven destacado, inteligente, premiado en la escuela por sus altas calificaciones, responsable y buen amigo. El camino no fue fácil, sobre todo para él. Cuando tenía 4 años su maestra en el nido nos dijo que era necesario evaluarlo, luego de lo cual nos dijeron que tenía déficit de atención con hiperactividad. Ha estado en tratamiento desde esa edad, las terapias y posteriormente el Ritalin (recetado y controlado por su neurólogo), han sido parte de su vida desde entonces. Hemos contado con destacados profesionales, que nos brindaron la guía necesaria para apoyarlo durante todo este camino. Sin duda es una persona más sensible que muchos, que sus períodos de maduración a veces son distintos a los demás, pero ahora que veo todo en perspectiva, siento que valió el esfuerzo, y que seguirá valiéndolo. No fue fácil, muchas cosas que para los demás son sencillas, para él no lo fueron ni lo son, pero con amor y guía profesional adecuada, las cosas más difíciles son posibles.

Aún nos queda camino por recorrer. Ya no es el niño inquieto que fue. Esta entrando a la juventud con una excelente aptitud personal y académica, pero como padres sabemos que aún queda mucho camino por delante, y en ese empeño sólo le pedimos a Dios nos permita verlo llegar a ser un hombre satisfecho y feliz consigo mismo.

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Testimonio aparecido en el boletín electrónico nº 18 del APDA, del 31 de marzo del 2008.